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En una casa de subastas en algún lugar del Octavo Cielo, una figura alta con una máscara roja encendida se acercó a uno de los trabajadores allí y dijo:
—Tengo un arma que me gustaría vender aquí.
Sin girar la cabeza, el trabajador echó un vistazo a esta figura y le hizo una rápida evaluación. La figura, envuelta en una capa andrajosa que parecía haber sido chamuscada por el fuego, se paró allí con un aire de misterio. Su cultivación, meramente un Inmortal Dorado, no parecía coincidir con el aura única que emanaba de él, dejando perplejo al trabajador.
—Si quieres vender tu basura, puedes ir a otro lugar. Este sitio tampoco es un lugar para mendigos, así que lárgate —el trabajador se burló.
...
La voz del hombre enmascarado resonó, clara y desafiante, en respuesta a las palabras burlonas del trabajador: