Después de que Liya dejó la escena, el Señor miró al cielo oscurecido con una expresión solemne en su rostro.
—El Monarca Inmortal, ¿eh? —murmuró el Señor para sí mismo, perdido en sus pensamientos—. No importa lo que me pase, debo proteger la Tierra a toda costa. Después de todo, esta es su tierra natal.
Al día siguiente, Yuan se levantó de la cama temprano en la mañana.
—¿Ya es mañana...? —murmuró Chu Liuxiang con voz cansada mientras se sentaba lentamente en la cama frotándose los ojos.
—Sí —confirmó Yuan mientras levantaba ligeramente las cortinas, permitiendo que el sol temprano iluminara su habitación—. Tómate tu tiempo, primero estaré entrenando con los otros. Por supuesto, no necesitas participar si no tienes la energía; no te culparé.
Al escuchar sus palabras, Chu Liuxiang se dejó caer de nuevo en la cama y dijo:
—Entonces dormiré unas horas más. Si todavía estás entrenando para entonces, me uniré a ti.
