—¡Yuan! ¡Meili! ¿Está todo bien? —Xi Mingze fue el primero en hablar después de su llegada.
—E-Estamos bien, pero ¿qué hacen ustedes dos aquí? —Xi Meili los miró con una expresión aturdida en su rostro.
—Escuchamos el rugido de un poderoso dragón como nunca antes habíamos escuchado, así que nos apresuramos aquí para investigar —dijo Xi Shengmo.
—¿Escucharon eso desde aquí? —Xi Meili estaba sorprendida.
En ese momento, Xi Shengmo y Xi Mingze notaron los cadáveres detrás de ella.
—E-Esa cara… ¿¡¿Patriarca Liang y General Zheng?!?! ¿P-Por qué están muertos?! ¿Qué pasó aquí?! —exclamó Xi Shengmo.
No pensó ni por un segundo que Yuan o Xi Meili fueran responsables de sus muertes, aunque estuvieran en la escena sin nadie más allí.
De hecho, creía que habían sido asesinados por la entidad desconocida que emitió el rugido del dragón.
—¿También esto fue causado por ese dragón? —Xi Mingze tragó nerviosamente.