—Saludos, Patriarca Lin
—Ahorra tu aliento. Lo necesitarás. —El Patriarca Lin interrumpió con una expresión fría en su cara.
El Mayordomo Jin tragó nervioso antes de mirar dentro de la habitación, y fue entonces cuando notó a un hombre exhausto sentado en medio de la habitación.
El Mayordomo Jin reconoció de inmediato a este hombre como aquel al que él había obligado a asumir la culpa del incidente, y su cuerpo comenzó a exprimir cada gota de sudor que contenía en cuanto se percató de la situación.
—¿Qué pasa, Mayordomo Jin? ¿Reconoces a este sirviente? —Lin Chunhua fingió ser ignorante y preguntó.
—S-Sí... Es uno de los muchos sirvientes de la Familia Lin... —respondió el Mayordomo Jin con voz temblorosa.
—¿Es todo? ¿Qué más puedes decirme de él? —El Patriarca Lin siguió preguntando.
—Yo…
Sin embargo, el Mayordomo Jin no pudo pronunciar otra palabra.