Bai Zemin no tuvo que esperar mucho cuando la puerta se abrió de golpe y con mucho ruido.
Su cuerpo saltó ligeramente mientras abría sus ojos previamente cerrados y miraba hacia la puerta con una expresión seria.
—¡Vaya! ¡Qué cama tan grande! —Bai Zemin suspiró inconscientemente aliviado, soltando el aire que había contenido.
Shilin miró la cama grande construida por su abuela. Sus ojos brillaban intensamente y la sonrisa en su rostro era tan encantadora que todos los enemigos que murieron bajo sus pequeños pero pesados puños ciertamente no podrían asociarla con aquel rápido y feroz pequeño demonio que explotaba las cabezas de sus oponentes como si estuviera reventando sandías.
—Hermana mayor Kali, Shilin te ayudará a bajar ahora. —La niña entró con pasos cuidadosos y al llegar a la pared se sentó lentamente mientras dejaba que Kali se sentara en uno de los grandes sofás.
—Gracias —Kali dijo casualmente mientras apoyaba su espalda contra la pared.