—Ella es bastante impresionante, ¿verdad? —susurró Serafina bajo su aliento cerca de Bai Zemin mientras mantenía sus ojos fijos en los movimientos de las manos de Kali.
Bai Zemin asintió inconscientemente mientras observaba los movimientos de la niña desde no más de dos metros y medio de distancia. No se atrevía a hacer ni un solo ruido o moverse, como si temiera sacar a Kali del estado de concentración en el que parecía estar.
Había visto a Meng Qi trabajando en criptografiar runas para su posterior vinculación y la creación de círculos mágicos, pero ver a Kali era completamente diferente, aunque las dos estaban realizando la misma tarea.