¡Cómo podría ser posible! Esa fue la pregunta que Sun Jie se hacía a sí mismo en su corazón mientras miraba esos ojos negros como la noche.
Sus recuerdos lo llevaron a varios años atrás, cuando aún era estudiante de secundaria.
En aquel entonces, Sun Jie tenía un mejor amigo que tenía el mismo nombre que la persona que tenía delante en ese momento. Sin embargo, la verdad era que la razón por la que alguien como él, que venía de una familia prestigiosa y cuyo futuro estaba garantizado, había hecho amistad con un joven estudiante cuyos padres no eran más que un montón de sucias cucarachas que tenían que revolcarse en el polvo para mantener su pequeña existencia, era pura y exclusivamente porque ese Bai Zemin era, con diferencia, la persona con las mejores calificaciones de todos.