Los dos guardias que protegían la entrada al magnífico castillo eran dos existencias supremas de Quinto Orden. El poder de ambos era suficiente para acabar con personas como Bai Zemin y toda vida en la Tierra con facilidad siempre y cuando se les diera suficiente tiempo.
Ambos eran héroes de sus respectivos mundos y antes de evolucionar al Quinto Orden, uniéndose a una facción de Existencias Superiores, los dos hombres eran adorados y reverenciados por su raza.
Sin embargo, cuando los dos hombres vieron a la mujer acercándose con pasos lentos desde el fondo del camino que conectaba la cima de la montaña con el bosque, fue como si fueran dos ratoncitos que vieron a un gran gato de montaña.
Mientras se sonrojaban y sus corazones latían aceleradamente, ambos bajaron la cabeza apresuradamente y miraron la punta de sus botas de combate como si fuera lo más interesante del mundo.