—¡Grupo de 50 zombis al frente!
—¡Déjenlos a mí, yo me encargo!
Un par de segundos después de que una voz femenina seguida de la confiada voz de un hombre resonó bajo el sol quizás demasiado caliente, los sonidos de gruñidos acompañados de cortes afilados y cosas cayendo al suelo resonaron en el área occidental de la otrora prestigiosa Universidad de Pekín.
—Bai Zemin se movía rápidamente como un ventarrón antinatural, tejiendo ágilmente dentro y fuera del grupo de zombis con facilidad maestra.
La barra de hierro en sus manos había sido afilada al máximo posible en los lados, mientras que la parte a la que se aferraba tenía una banda de goma negra que servía de empuñadura.
Aunque la nitidez de la barra de hierro no podía compararse con la de una espada adecuada, era más que suficiente para cortar las pieles y carne de los zombis cuando se añadía la fuerza y velocidad de corte poderosa de Bai Zemin a la ecuación.
