—¡¡¡¡Muere!!!!
Bai Zemin hizo caso omiso tanto del rugido del dragón como de su intención asesina. Su expresión era la de un ser no consciente; era como si estuviera luchando con una pequeña hormiga mientras veía cómo un gran torrente de niebla tóxica le disparaba desde la cabeza verde.
A decir verdad, el daño que la niebla venenosa liberada por la cabeza verde podría causar era mucho menor que el daño que la ahora separada cabeza roja podría causar. La niebla tóxica tampoco podía atrapar y congelar enemigos como la cabeza azul cortada junto con la roja.
Sin embargo, dejando a un lado la capacidad de destrucción y control, la cabeza verde era la más peligrosa de todas.
Un solo aliento era suficiente para que la sangre se contaminara y los pulmones comenzaran a pudrirse. Dos alientos eran todo lo que se necesitaba para que los órganos del cuerpo se descompusieran.