Bai Zemin se quedó atónito mirando fijamente la oscuridad frente a él, y durante mucho tiempo no se movió de su lugar.
Después de mucho tiempo, o al menos según el punto de vista personal de Bai Zemin, se sentó lentamente en medio de la niebla y miró hacia adelante con una expresión confusa pero al mismo tiempo seria en su rostro.
En primer lugar, lo que Bai Zemin necesitaba preguntarse a sí mismo era lo siguiente.
—¿Quién o qué era... o mejor dicho, a qué o a quién pertenece esa presencia de antes? —murmuró aunque en su corazón ya tenía una respuesta algo clara.
Si esa presencia y voz pertenecían a Sirius el Lobo Celestial, entonces todo tendría sentido desde cierta perspectiva. No era un secreto para Bai Zemin que, independientemente de si la conexión entre él y el Lobo Celestial era grande o pequeña, la realidad era que esta conexión estaba ahí, latiendo viva como un corazón en movimiento.