—Lluvia estaba lista para pisar el hielo cuando algo dentro de ella gritó. Quizás fue por el cambio sutil en los sonidos detrás de ella, o quizás fue por el cambio en las corrientes del viento.
Quizás había notado subconscientemente la sombra que se movía de manera antinatural a su alrededor.
En cualquier caso, no dudó ni un segundo antes de arrojar su cuerpo al suelo. Un guerrero experimentado no se dejaba gobernar por el instinto, pero tampoco lo ignoraba.
El instinto de un guerrero era el resultado de incontables horas de entrenamiento y rica experiencia en batalla, después de todo. Sangre, sudor y lágrimas se invertían en afinarlo para convertirlo en una herramienta salvadora de vidas.
—Lluvia esquivó y, en el siguiente momento, su costado fue perforado por un destello de dolor cegador.
Giró en el aire y se estrelló contra el hielo, lanzándose en una voltereta. Un momento después, Lluvia ya estaba de pie, retrocediendo mientras sostenía la jabalina entre ella y el enemigo.