Un momento después, ambos estaban muy por debajo del suelo, con incontables toneladas de piedra colgando sobre sus cabezas. Si no se equivocaba Sunny, el sanctum oculto que había encontrado estaba casi al fondo del lago, en el mismísimo corazón de las montañas.
En el pasado, Sunny no había podido llevar seres vivos consigo al desplazarse a través de las sombras, con la única excepción de Nephis. Sin embargo, ahora que era un Santo podía arrastrar consigo objetos inanimados mucho más pesados, así como a personas reales. Estas últimas resultaban muy engorrosas, no obstante, consumiendo una gran cantidad de su esencia.
Especialmente aquellos cuyas almas eran vastas y poderosas. Teletransportar a Cassie con él, y a un lugar tan remoto, había drenado una buena parte de sus reservas.
Sunny suspiró interiormente e intentó tomar una respiración profunda.
No había nada que inhalar, sin embargo.
—No hay aire aquí —una voz extrañamente calmada resonó en su cabeza, sobresaltándolo.