Las palabras habían sido dichas, haciendo eco en la hermosa oscuridad de la noche resplandeciente. Desprovista del viento, las velas de la chalupa cayeron. El barco lentamente se detuvo, a la deriva en la corriente.
Cassie permaneció en silencio por unos momentos, tan inmóvil como el Eco de la sibila profanada sentada a su lado. Entonces, preguntó, su voz teñida de un atisbo de diversión:
—¿Debería llamarte el Príncipe Loco, entonces? —Al cambiar la expresión de Sunny, ella soltó una risita suave.
—Dioses... vamos. Sé que solo hiciste esa pregunta para sondear mi reacción, pero ¿cómo tiene sentido? No soy Tormento. —Sunny frunció el ceño, decepcionado por no haber podido sacar más de Cassie. Estaba considerando su próxima pregunta en silencio cuando ella se volvió hacia su Eco y dijo, lanzando sus pensamientos al desorden:
—Ella lo es. —Él se congeló, atónito por esas palabras.