Sunny cabalgaba hacia el norte a través del gélido frío de la noche polar, temblando en su traje raído y desgarrado. La carretera costera se extendía hacia adelante, extrañamente silenciosa y vacía. De vez en cuando, encontraba sangrientos cadáveres de Pesadillas caídas que yacían en el concreto, mirando con ojos vidriosos a la oscuridad.
Esos eran los únicos signos dejados por el paso del convoy. El resto de las abominaciones debe haber sido arrastadas por él, corriendo en busca de la pequeña columna de vehículos. Eso le dio a Sunny la oportunidad de recuperar el aliento.
—Ah... Estoy cansado...
Ahora que la emoción de la batalla había pasado, se encontró de mal humor. El frío, la oscuridad y el desolado paisaje del Centro Antártico solo contribuían a la tristeza. Mirando hacia adelante, Sunny se estremeció mientras balanceaba en la silla de la Pesadilla. Sus heridas dolían y el letal veneno aún intentaba matarlo desde adentro.
