La mujer de pie frente a Sunny era alta y esbelta, con cabello largo que caía en una cascada suave de oro pálido. Su postura era perfectamente recta y su rostro frío era deslumbrantemente hermoso.
Marea Celestial llevaba una armadura de acero ligero, con hombreras y grebas decoradas con plumas estilizadas. La mirada de sus severos ojos ámbar era penetrante y pesada, mientras que sus extrañas pupilas verticales se asemejaban a las de un ave de presa.
Copos de nieve giraban y bailaban en el aire, como si intentaran acercarse a ella.
Sunny estaba bastante sorprendido al ver al conocido Trascendente.
—¿Santa Tyris? ¿Qué... qué estás haciendo aquí?
Marea Celestial lo miró.
—Maestro Sunless... es bueno verte de nuevo. Me alegra encontrarte en buen estado de salud. En cuanto a por qué estoy aquí, ¿no es obvio? He venido a cazar a la bestia.
Él se movió incómodamente.
—No... eh... quise decir por qué estás aquí, en la Antártida?
Ella lo miró inexpresivamente.