...Cuando llegó la mañana, Sunny estaba sentado en el suelo con una mirada salvaje en su rostro bestial, su cabello negro y áspero en un desorden. Había una aguja dorada brillante en una de sus manos y una pequeña campana plateada en la otra. Las otras dos sostenían una flauta que parecía estar cortada de jade o hecha de hueso de esmeralda pulido.
Ese fue probablemente el mejor recuerdo que había recibido en el Coliseo Rojo... pero en este momento, a Sunny no podría importarle menos la flauta.
En cambio, toda su atención estaba concentrada en la pequeña campana.
Conteniendo la respiración, Sunny la levantó y la agitó. Sin embargo, en lugar del sonido claro que se escucharía a kilómetros de distancia, todo lo que oyó fue un susurro melodioso apenas audible.
Una sonrisa salvaje apareció lentamente en su rostro, iluminándolo.
—Lo he... Lo he hecho. ¡Realmente lo hice!
Apenas conteniendo su emoción, Sunny invocó las runas y leyó la descripción de la campana: