El ácido almacenado en el estómago del demonio había derretido la hierba, pero ahora, nuevas hojas ya estaban surgiendo del suelo, más altas que antes. Le llevó a Sunny un tiempo encontrar las monedas entre ellas... la lluvia tampoco ayudó. Pero al final, descubrió todas las tres.
Las monedas eran idénticas a la primera: estaban hechas de oro y pesadas, un hermoso barco de madera con un árbol creciendo alrededor de su mástil representado en un lado y la cara del desconocido misterioso en el otro.
Escondiendo las monedas en su mochila, Sunny se limpió la lluvia de la cara y miró los restos del demonio alado. En un destello de relámpago, vio a toda la criatura, con pasto rojo creciendo a través de sus huesos blancos, oscuridad anidando en las cuencas vacías de los ojos, y aterradoras fauces amontonándose en las masivas y poderosas mandíbulas.
Incluso muerta, la criatura se veía aterradora.
—¿De dónde has salido, feo?