Pronto, Sunny caminaba sobre la última cadena que tenía que atravesar mientras se acercaba al Santuario de Noctis.
Para entonces, ya era de noche. Arriba, el pálido disco de la luna creciente brillaba suavemente, su luz reflejándose en las paredes blancas de la Torre de Marfil. Innumerables estrellas centelleaban en el oscuro terciopelo del cielo nocturno. Sin la contaminación lumínica que producía la gran ciudad donde Sunny había crecido, eran hermosas y brillantes.
Tampoco había estrellas en la Costa Olvidada, por lo que esta vista todavía era nueva y asombrosa para él.
Ahora que era de noche, la frontera entre el Cielo Arriba y el Cielo Abajo era casi invisible. El vacío debajo de las Islas tenía sus propias estrellas, por lo que parecía el reflejo del cielo real durante estas horas. La única diferencia entre ellos era que carecía tanto de la luna como de la etérea silueta de una elegante torre blanca flotando entre las nubes.
