Nephis lo miró cansada, esforzándose por comprender sus palabras.
La luminosidad había desaparecido de debajo de su piel, y en su lugar, las llamas blancas habían vuelto a aparecer, lamiendo débilmente sus heridas. Sin embargo, su poder estaba casi agotado: en lugar de sanar, lo único que podían hacer ahora era detener la hemorragia y evitar que Estrella Cambiante muriera allí mismo.
Unos segundos después, abrió la boca, dejando que la sangre fluyera por sus labios, y dijo con voz baja y apenas audible:
—¿De qué... estás hablando?
Sunny gruñó.
—Deja el teatro. Tu actuación fue, de hecho, magistral. Pero no olvides quién te enseñó a mentir en primer lugar. ¿De verdad creíste que serías capaz de engañarme?
Estuvo en silencio durante unos momentos, luego susurró:
—No lo... entiendo.
Él la miró y preguntó, con la voz temblorosa de ira:
—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué?
Nephis parpadeó e inspiró con dificultad, pero no dijo nada, mirándolo con dolor y confusión.