Un rato después, descansaban a la sombra de la gigantesca estatua. Cada miembro del grupo estaba en muy mal estado, pero, bajo las ensangrentadas ropas y las armaduras rotas, sus cuerpos estaban enteros e indemnes.
—Estrella Cambiante los había curado a todos, y ahora, ella era la única que estaba débil y exhausta. El uso excesivo de la llama blanca la había agotado mucho.
Sentado en el barro, Sunny levantó la cabeza y miró la gigantesca estatua de la mujer sin rostro. Estaba igual que la última vez que la había visto, esbelta y elegante, con su ligera túnica fluyendo como revoloteando en el viento, como si estuviera hecha de tela real y no de dura piedra.
La estatua estaba ligeramente inclinada hacia un lado, con su única mano restante extendida hacia el cielo. Hace mucho tiempo, en la noche de su angustiosa huida del Túmulo Ceniciento, Sunny, Cassie y Nephis se habían refugiado en su palma.
Fue desde aquella altura donde vio por primera vez las murallas de la Ciudad Oscura.