Después de una feroz batalla especialmente intensa contra una bandada de abominaciones aéreas, la cubierta del Rompecadenas estaba resbalosa con sangre. El Demonio estaba sentado cerca de un montón de cadáveres grotescos, masticándolos con los ojos brillantes. Los inquietantes sonidos crujientes se propagaban lejanos y vastos, haciendo que los miembros de la cohorte lanzaran miradas de disgusto hacia él.
El ogro voraz no prestaba atención alguna, continuando su mórbida comida con total placer.
El barco volador había aterrizado sobre el agua, y ahora se balanceaba suavemente sobre las olas. Sus velas estaban llenas de viento y, guiado por la mano estable de Nephis, se desplazaba rápidamente a través de la corriente.
