Usando el hecho de que el repugnante dragón había sido distraído por la mosca, Sunny consideraba a su enemigo por un momento. Su mente ardía con una ira insaciable, por lo que era difícil pensar... difícil quedarse quieto y contemplar la manera de matar mejor a su enemigo, aunque ese era su único y exclusivo objetivo.
En algún lugar en lo profundo, Sunny sabía que había entregado su arma más letal — su astucia — a la tentación abrasadora de la ira. Pero ese pensamiento, también, fue obliterado por el océano de ira sin límites.
—Ese gusano es fuerte. —Sunny había invocado su poder más primal y más destructivo — el Caparazón de Sombras. Había devastado al Señor del Terror como una feroz serpiente de mar, una mariposa aterradora, un leopardo en descomposición, y muchas más formas repugnantes. Sus ataques habían infligido algún daño al enemigo, pero ninguno de ellos había hecho tambalear al dragón.
La única cosa que lo había hecho era el Pecado del Consuelo.