El Rompecadenas escapó de la legión durmiente de las monstruosas mariposas, alejándose cada vez más de la interminable superficie negra del muro de la pirámide. Sunny contaba los segundos, temiendo que una nube oscura se elevara en el aire y los persiguiera.
Un silencio tenso impregnaba el aire, y ninguno de los miembros de la cohorte habló.
Vientos poderosos vagaban por la oscuridad hueca a su alrededor. El espacio mismo actuaba extrañamente, haciendo que pareciera como si el mundo no estuviera del todo bien. La distante cinta del Gran Río se acercaba a una velocidad tremenda.
Después de un rato, tomó una profunda respiración.
—Ya deberíamos estar a salvo... ¿verdad?
No estaba seguro. Sunny había pensado que sabía mucho sobre la Tumba de Ariel, pero ahora, sentía que el daemon discreto era mucho más siniestro y misterioso de lo que parecía.