Sunny permaneció inmóvil por un rato, contemplando el paisaje frente a él.
La torre se erigía sobre un alto acantilado negro, posada en la cima como un obelisco gris. Había escalones de piedra que descendían del acantilado desde su ornada puerta, conduciendo a un puente que se arqueaba sobre el amplio foso. Rodeada por el bosque por todos lados, la torre era como una isla en el mar de la torbellinante niebla blanca.
La luz en una de sus ventanas no era la única cosa peculiar que Sunny había notado, también.
El detalle más llamativo era el foso en sí. El agua en él remolinaba y fluía, moviéndose sin cesar en círculo. La corriente era lo suficientemente poderosa como para disuadir a Sunny de intentar cruzarlo —no es que él considerara hacer tal cosa en una isla rodeada por un misterioso remolino de tiempo.
Eso hacía que el puente fuera la única manera viable de llegar a la torre además de volar. El puente, sin embargo…
La expresión de Sunny se ensombreció.