Sunny y Nephis permanecieron inmóviles por un rato, arrastrados por la corriente indiferente e inevitable del Gran Río. Su corazón estaba pesado... demasiado pesado para soportar. El dolor era tanto que la angustia se sentía casi física.
O tal vez lo era.
Con el tiempo, el dolor se volvió embotado. Pero el peso insoportable permaneció.
Lentamente levantando la mano, Sunny agarró con fuerza uno de los brazos de Nephis. Ella todavía lo abrazaba por detrás, así que no podía ver su cara. Ella tampoco podía ver la suya... lo que quizás era para mejor.
Cuando Sunny habló, su voz era uniforme, baja y llena de tormento:
—Neph...
Alzó los ojos hacia el lejano cielo azul.
—¿Por qué no podemos proteger a nadie?
...No hubo respuesta durante un rato. Eventualmente, Nephis soltó un suspiro silencioso.
—Porque ese no es el mundo en el que nacimos.
Se quedó un instante, su cuerpo aún presionado contra el suyo. Luego, añadió: