Cuando Sunny y Nephis conocieron por primera vez a Ananke, ambos estaban preocupados por la frágil anciana. Parecía demasiado antigua y débil, lista para romperse como una rama seca. Su piel bronceada era fina y transparente como papel aceite, sus ojos nublados llorosos y apagados, su figura esquelética tan pequeña que parecía estar ahogándose en los pliegues negros de su oscuro manto.
No estaban seguros de que la vieja pudiera sobrevivir otro día en paz, y mucho menos un viaje largo y peligroso a través del Gran Río.
Sin embargo, a medida que pasaban los días, sus preocupaciones fueron probándose infundadas. La Vieja Ananke continuaba aferrándose a la vida… de hecho, su condición parecía estar mejorando poco a poco. Tenía más energía ahora, podía permanecer completamente lúcida por períodos de tiempo más largos e incluso recuperó algo de su apetito.