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—¡¿Qué demonios?! —Sunny llegó al borde de su balsa improvisada y se quedó ahí helado, con los dedos sumergidos en el agua. Una copia perfecta de él estaba de pie a unos metros de distancia, mirándolo hacia abajo con una sonrisa burlona en los labios.
El rostro pálido, los ojos de ónix, el cabello negro azabache... todo era igual. Pero la aparición era mucho más compuesta y llena de malicia que Sunny. Había un océano infinito de locura escondido detrás de la fría oscuridad de su mirada divertida.
Por un momento, Sunny estaba convencido de que uno de los Reflejos de Mordret había de alguna manera encontrado su camino a través de la niebla. Pero el tono con el que hablaba la aparición era simplemente demasiado familiar. Con un escalofrío, se dio cuenta de que esta copia de él era la manifestación del Pecado del Consuelo.
Sin embargo...
—Dioses. Te ves tan patético.
—Sí... definitivamente es esa maldita espada.
¿Pero cómo podría ser?