—Goliat avanzó, el mundo temblaba bajo el peso de sus pasos —pensó. El mar de Criaturas de la Pesadilla fluía más allá de sus pies titánicos, y a su alrededor la furiosa ventisca se estaba retirando lentamente, los vientos muriendo mientras la luz pálida de las estrellas iluminaba el vasto campo de matanza.
En el alto y quebrado muro de la ciudad, miles de torretas rugían al enviar ríos de balas al horda atacante. La noche sin luna era desgarrada por el brillo de cañones sobrecalentados, el destello de rápidas rondas trazadoras y los destellos de las rondas de cañones ferroviarios alcanzando sus objetivos en una conflagración de fuerza, calor y luz cegadora.
Algunas de esas pesadas rondas de tungsteno habían golpeado a Goliat, solo para desintegrarse en vano sin dejar ni siquiera un rasguño en la piel de piedra del amenazador titán.
