El resto de las personas se sentaron a la mesa de comedor. Finn echó unos cuantos vistazos más arriba, pero al final, se sentó en la mesa de comedor con los demás.
En la planta de arriba, Mónica llamó a la puerta de Jorge y entró para ver que Jorge estaba sentado en su escritorio, ya haciendo su tarea.
Mónica se sentó a su lado. —¿No vas a cenar?
—No tengo ganas de comer.
—¿Estás enojado?
—No.
—No estoy aquí para persuadirte —dijo Mónica con franqueza.
—Lo sé —Jorge se giró para mirar a Mónica.
Él sabía que su madrina nunca jugaba según las reglas.
—En este mundo, nadie puede reemplazar a tu madre —dijo Mónica con certeza.
Esa era la razón por la que Jorge le gustaba tanto Mónica. En este mundo, solo él y ella recordarían a su madre por el resto de sus vidas.
—Pero —continuó Mónica—, Candice no es mala persona.
—No dije que lo fuera.
—Tu padre no puede estar solo por el resto de su vida —Mónica nunca trataría a Jorge como a un niño cuando hablaba con él.