Fuera del quirófano, Rubí, Mónica, Sarah, así como el asistente de su padre, que había venido con la ambulancia, esperaban nerviosos. El pasillo estaba en silencio. Era como si cualquiera que hiciera ruido pudiera perturbar la operación en el interior. El ambiente estaba tan oprimido que nadie se atrevía a respirar demasiado fuerte.
Mónica se volvió a mirar a su madre. Rubí, que siempre había sido fuerte frente a ella, ahora lloraba en silencio. Solía pensar que su padre amaba más a su madre, pero ahora sabía que los sentimientos siempre habían sido mutuos. ¿Hasta dónde podía llegar el amor de una persona?
Extendió la mano y tomó fuertemente la mano de su madre en la palma de la suya. Rubí miró a Mónica con ojos llorosos y se apoyó en su hombro. Era cierto. Realmente necesitaba alguien en quien apoyarse.