Gary miró la espalda de Mónica mientras ella se iba. Estaba tan enfadado que se volvía rojo por contenerse.
—Hablas de cómo Mónica... tu hija... Dices que ella es... —Gary luchó por sacar sus palabras coherentemente.
Rubí tomó una respiración profunda y dijo:
—Déjala en paz. Es nuestra única hija.
—Es por culpa tuya que Mónica es así. La consentiste demasiado.
—Sí, es toda mi culpa. También es mi culpa haberte casado contigo. —Al escuchar las palabras de su esposo, Ruby se sintió aún más afligida—. No debería haberte casado en primer lugar.
—¿Por qué estás diciendo esas cosas de nuevo?
—¿No es eso lo que quisiste decir? ¿Cómo no cuidé bien a esta familia? No debería haberme quedado en casa, cuidar a mi esposo y criar a mis hijos. No debería haberme encerrado en esta casa por el resto de mi vida. No debería haber renunciado a mis intereses, aficiones y ambiciones en ese entonces. Todo lo que tenía que ser era una ama de casa para ti, Gary. ¿No es cierto?
