De alguna manera era tranquilo, como si solo se escuchara el latido del corazón de Jeanne.
Ella cerró los ojos con fuerza y tomó la iniciativa para profundizar el beso.
De todos modos, no había daño.
Después de mucho tiempo, Jeanne y Edward se soltaron el uno al otro.
La habitación seguía estando muy tranquila.
Jeanne apoyó las manos en el cabecero de la cama y mantuvo algo de distancia de Cuarto Maestro Swan, aunque ya habían dejado de besarse.
Ella vio que los labios del Cuarto Maestro Swan estaban manchados con un brillo brillante.
Jeanne preguntó:
—Cuarto Maestro, ¿puede devolverme el teléfono ahora?
—Sí —respondió Cuarto Maestro Swan.
Fue solo una palabra simple, pero Jeanne percibió un dejo de ronquera en su voz.
Era como si estuviera soportando algo.
Jeanne extendió su mano nuevamente y agarró la mano de Cuarto Maestro Swan. Luego, abrió suavemente sus dedos delgados y tomó su teléfono de vuelta.