Probablemente debería ser capaz de averiguar que después de haber engañado con éxito a Kingsley y escapado la última vez, Kingsley definitivamente no le dejaría conseguir lo que quería esta vez. Esta vez, Kingsley definitivamente no se dejaría engañar por su traición y hasta lo mataría.
Debería ser capaz de predecir lo que le iba a suceder. Aún así, llamó a Kingsley.
Se miraron bajo las luces delanteras del coche.
—Cuarto Maestro Swan, ¡realmente no tienes miedo a la muerte! —dijo Kingsley fríamente.
Había comprendido en el primer momento que no había nadie protegiendo a Edward y que Edward había venido a verlo solo.
—El hecho de que pudiera informarte que vengas aquí significa que estoy preparado para morir. —Edward pronunció cada palabra.
Esa frase hizo que el corazón de Jeanne doliera un poco, y se mordió el labio tan fuerte que perdió todo color.
—¿Qué quieres? —preguntó Kingsley.