Aaron había tenido un buen día hasta que estos dos payasos irrumpieron en su oficina. Todavía disfrutaba del pequeño gesto de calidez que Keeley le mostró durante el desayuno de ayer.
La intromisión de Aiden era de esperarse, pero ¿qué hacía Cameron aquí? A menos que... ese mocoso, él se lo habrá contado. Cameron no sabía nada sobre Keeley porque no era información necesaria para que él hiciera su trabajo.
—Ella dijo gracias sin sarcasmo y me sonrió —les respondió—. ¿Contentos?
Aiden frunció el ceño. —¿Eso es todo? Estás de un humor rarísimo que nunca te había visto en seis años y es solo porque ella te mostró un poco de cortesía básica?
Sonaba realmente mal dicho de esa manera. Tal vez Aaron estaba exagerando las cosas. La cortesía básica y Keeley no parecían ir juntas la mayoría del tiempo cuando se trataba de él.
Quizás ella había madurado un poco; habían estado separados durante más de cinco años. Esa idea ensombreció al instante su humor.