La segunda vez que asistía a esta fiesta de Nochevieja fue aún peor que la primera para Aaron porque Keeley no estaba allí. Sabía que estaba cerca en una fiesta con sus amigos porque Anomalía se lo había dicho. Cómo lo averiguò, Aaron ni siquiera quería saberlo.
Quería verla tan desesperadamente que le dolía. Sería tan fácil escaparse por un rato...
—¡Aaron! —Lacy trinó—. ¡Allí estás! Ven a bailar conmigo. La banda de jazz había comenzado a tocar una canción lenta y las parejas se iban formando por todas partes.
—Preferiría que me atropellara un taxi —dijo tajante—. Ve a buscar a Max y déjame en paz.
Realmente no tenía cuidado de andar con delicadeza alrededor de esta bruja. Ya no había un punto. Lacy ya había atacado a su mujer. No podía hacerle nada peor ahora que Keeley estaba viviendo una vida alejada de él.
—¿Por qué eres tan malo conmigo? —sollozó con lágrimas en los ojos—. ¡Te amo!
—Y creo que eres una mota de polvo. ¿Ya terminaste?