Aaron se quedó paralizado en el pasillo después del estallido de Keeley. No se atrevía a mirar su cara mientras huyó a la enfermería y se acurrucó en una camilla para llorar después de tomar el Tylenol.
No podía creer que acabara de gritarle a alguien que podría destruirla con un chasquido de dedos. Ahora lo había hecho. Estaba acabada.
—Te ves terrible —observó Lydia mientras entraban a la última clase del día.
—Puede que haya perdido los estribos con Aaron en el almuerzo hoy... me va a asesinar y bailar sobre mi tumba.
—Primero, no puedo verlo bailando sobre la tumba de nadie, mucho menos la tuya. Segundo... ¿estás loca?! ¿Acaso no ibas a mantenerte al margen hasta que perdiera interés en ti?