Aaron se tomó la tarde libre en el trabajo un día a principios de diciembre para poder ir al médico y hacer el ultrasonido que revelaría el género del bebé. Keeley, quien finalmente había entregado el borrador de su tesis y ahora se estaba preparando para defenderla, había estado esperándolo con ansias toda la semana.
Rebotaba en su asiento mientras estaban en la sala de espera de la sala de maternidad. Él le sostenía firmemente la mano, su anillo de bodas rozaba sus dedos.
—¿Sra. Hale? —llamó una enfermera después de lo que parecían horas.
Ambos saltaron a sus pies y la siguieron a una sala de examen. La enfermera tomó todos los signos vitales de Keeley y luego le pidió que levantara la camisa para poder verificar el latido del bebé.
Revisó varios lugares en el estómago para intentar obtener el mejor sonido, pero terminó haciendo una doble comprobación cuando llegó al otro lado.
—¿Qué sucede? —Keeley preguntó alarmada.