Keeley no aguantaba más. Finalmente soltó lo que había estado en su mente más y más últimamente. —Si notaste todas estas cosas de mí desde el principio, ¿por qué nunca dijiste nada?
Aarón la miró sin comprender. —Ya te lo dije, no sabía exactamente cómo amar a alguien en ese entonces. Ahora me doy cuenta de que guardé demasiadas cosas para mí mismo.
—¿Como cuáles? Él se movió nerviosamente, negándose a responder, y ella suspiró. —Solo dime, no me pondré rara al respecto. Me he estado preguntando esto durante mucho tiempo.
Sus manos agarraban su tazón de helado, los restos del cual se habían derretido por completo. Se negó a encontrarse con su mirada.
—Muchas cosas. Debería haber dicho correctamente lo mucho que significabas para mí. Como cómo trajiste calidez a mi mundo frío o cuánto amaba que me arrastraras y experimentara cosas nuevas a través de tus ojos. Tu emoción siempre ha sido contagiosa.
