El corazón de Keeley casi se detuvo cuando escuchó el sonido de su papá llegando a casa. Tal vez si se quedaban muy quietos, podrían escabullirse cuando él no estuviera mirando. Oh, al diablo. Ella diría una parte de la verdad: Aaron la estaba ayudando a mudarse a su nuevo lugar.
Él pensaba que eran amigos; no es como si lo cuestionara. Mientras Aaron no fuera lo suficientemente tonto como para soltar la sopa, estaría bien.
—Sigue mi ejemplo —susurró mientras salían de su habitación con cajas en mano.
Dejó la suya sobre la mesa de la cocina y saludó a su padre con un abrazo. —¡Hola, papá! ¿Cómo estuvo el trabajo? Hoy me estoy llevando la mayoría de mis cosas a mi nuevo lugar y Aaron se ofreció a ayudar.
Robert les sonrió, completamente desprevenido, mientras la soltaba del abrazo. —El trabajo fue como siempre. Me alegra verte, hijo. Es muy amable de tu parte ayudarla de esta manera.
—Es un placer, señor —dijo respetuosamente.
—¿Necesitan ayuda para llevar las cosas abajo?