—Allí están —Aerith susurró y señaló hacia Leonhart y Thalia—. Los dos niños tenían las manos y los pies atados.
Alfonso asintió con las palabras de Aerith y le hizo un gesto para que guardara silencio.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco hombres —Nieve contó y susurró a Alfonso y Aerith—. Los ayudaré a llevar a los dos niños a un lugar seguro. ¿Pueden ayudarme a distraer a esos malos? —Preguntó.
—¿Distracción? —Aerith preguntó—. Bueno, eso es lo nuestro. ¿Verdad, Al?
—Sí —Alfonso respondió—. Los gemelos sonrieron maliciosamente y miraron a los secuestradores.
—Miren a estos niños. Llevan ropa cara —Uno de los secuestradores dijo—. Parecen niños ricos. Podemos pedir un rescate por ellos si sabemos quiénes son sus padres o venderlos a un alto precio.
—Oye tú —Otro secuestrador llamó la atención de Leonhart—. ¿Quiénes son tus padres? —Preguntó. El pequeño Leonhart se quedó en silencio. Miró a los secuestradores con odio en los ojos.