—¡Tempestad, AHORA! —gritó Regaleon.
Después de escuchar la palabra de Regaleon, Tempestad salió de los árboles con alas ardientes. Envió pequeñas bolas de fuego hacia los hombres que estaban bajo el hechizo de la sirena.
—Uwaahh…
—Gyaahh...
—Ugghh...
Los hombres que estaban en trance hace un rato ahora gritaban por las llamas ardientes en sus cuerpos. Los vi rodar por el suelo para apagar el fuego que quemaba sus ropas.
—¿Todos ustedes tuvieron buenos sueños de los que no querían despertar?! —regañó Regaleon a sus hombres.
—M-Majestad… —Chris fue el primero en ponerse en posición—. ¡Perdónennos por ser débiles y caer bajo el hechizo del enemigo! —se arrodilló y pidió perdón y los demás siguieron su gesto.
—Hmph, por ahora necesitan redimirse —dijo Regaleon con un tono frío—. Todos recibirán sus justos castigos después de derrotar a los enemigos aquí.
—¡SÍ! —Los hombres respondieron al unísono.