Me sentía nerviosa pero necesitaba saber si ella era real. Así que estiré mi brazo hacia ella y agarré su hombro. Sentí el calor radiante de mis manos. Su cuerpo era sólido; mi mano no la atravesó.
Mi madre se sorprendió con mi gesto y volvió la cabeza para mirarme. Nuestros ojos se encontraron, sus ojos plateados con los míos. Estaba aún más sorprendida al ver mi rostro. No estoy segura si me reconoció.
—Mamá... —la llamé.
Los ojos de mi madre se abrieron de par en par por la conmoción.
—Eres tú... realmente eres tú. —No puedo contener las lágrimas que caían de mis ojos—. ¡Mamá!
Abrí mis brazos y la abracé fuertemente. Tenía miedo de que en cualquier momento desapareciera de mi vista.
—¿A-Alicia? —La voz de mi madre estaba llena de incertidumbre—. No, no puede ser.
—Soy yo, mamá. Han... pasado tantos años. —Dije entre sollozos.
Mi madre me empujó a una distancia prudencial. Me miró detenidamente, su mano trazando la forma de mi cara.