Los próximos días fueron sin incidentes. Mi rutina diaria era la misma. Por la mañana tengo mis estudios, por la tarde era entrenamiento físico.
Apenas había terminado mi desayuno cuando León entró en el comedor.
—Buenos días princesa Alicia. —León se inclinó ligeramente.
—Buenos días señor León. —Respondí—. Estaré en el aula en breve.
—Eso no será necesario. —León sonrió.
—¿No será necesario? —Lo miré confundida—. ¿Y por qué es eso? —Pregunté.
—Porque iremos fuera de la ciudad. —La sonrisa de León se ensanchó.
—¿Salir de la ciudad? —Pregunté incrédula—. Pero no puedo salir sin permiso.
Pensar en salir al pueblo me emociona. Pero no quiero ilusionarme porque la madrastra no lo aprobará.
—¿Por qué frunces el ceño? —León preguntó. Se acercó lentamente a mí y levantó mi barbilla—. Sonríe. Eres la más hermosa cuando sonríes.
—¿Hermosa? —Sentí que mi cara se calentaba. Podría estar sonrojándome de nuevo.
León me sonrió divertido.