El sol acababa de salir en el horizonte, proyectando un cálido resplandor sobre la casa mientras Cristóbal se preparaba para irse a la oficina. Abigail lo observaba, un torbellino de emociones agitándose en su interior. Aunque estaba herida porque no había pasado mucho tiempo con ella por la mañana, no podía evitar sentir una chispa de esperanza. El gesto de anoche le había dado razón para creer que él todavía se preocupaba por ella y que había una oportunidad para reconciliarse.
Cuando Cristóbal agarró su maletín y se dirigió hacia la puerta, el corazón de Abigail dio un vuelco. Sabía que tenía que aprovechar esta oportunidad para mostrarle que estaba dispuesta a esforzarse en arreglar las cosas entre ellos.
Se apresuró hacia él y se plantó delante de él, mirándolo a los ojos. Tenía tantas cosas que decir, pero las palabras se negaban a salir de su boca.
—Es posible que llegue tarde a casa esta noche —dijo Cristóbal—. Tengo una reunión que va a prolongarse bastante.