Tom y Lucy llegaron a casa de Sonia y Bryan cuando era hora de la fiesta. Tom le ofreció su brazo a Lucy cuando ella salió del coche y ella sonrió, pasando el suyo por el de él.
La puerta principal se abrió antes de que pudieran llamar. Jade estaba ahí, con una copa de vino en la mano y un ceño fruncido juguetón en su rostro. —¡Llegan tarde! —bromeó, haciéndose a un lado para dejarlos entrar.
—Solo son cinco minutos después de las siete —respondió Tom con una mueca.
—Cinco minutos es tarde cuando son los festejados —replicó Jade, dándole a Lucy una mirada significativa—. Pero más vale tarde que nunca, así que lo dejaré pasar.
Lucy se rió. —Gracias, Jade. Necesito ir a saludar al bebé primero —dijo, echando un vistazo al pasillo que conducía a la guardería.
Sonia y el bebé habían recibido el alta la tarde anterior después de pasar veinticuatro horas en el hospital y les habían dado permiso para ir a casa.