—¿No es perfecto? —preguntó Lucy, sonriendo a Tom mientras admiraban el árbol que habían escogido.
Habían elegido un árbol alto y frondoso que ahora se erguía orgulloso en la sala de estar, y la casa estaba llena del cálido y acogedor aroma de pino y canela.
Los ojos de Lucy brillaban mientras lo miraba, con las manos en las caderas. Tom asintió, admirando el entusiasmo de Lucy tanto como el árbol en sí. —Le falta algo —dijo, dándole una mirada juguetona.
—¿Qué es eso? —preguntó Lucy, luciendo curiosa.
—Bueno, nosotros... ¡decorándolo! —se rió él, entregándole una caja de adornos y ella se rió con ganas.
—Estoy tan emocionada de hacer esto contigo —dijo Lucy, y Tom sonrió con amplitud.
—Yo también. Hace mucho tiempo que no decoraba un árbol de Navidad. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez. Me alegra tanto que hayas sugerido que hagamos esto juntos —dijo Tom, y Lucy suspiró, una mirada pensativa en sus ojos.