Lucas se despertó primero, abriendo lentamente los ojos mientras tomaba la tranquila serenidad de la mañana. La suave luz de la mañana se colaba por las cortinas, lanzando un cálido resplandor sobre la habitación.
Su mirada cayó sobre la mujer acurrucada a su lado, su cabeza recostada en la curva de su hombro, su respiración suave y pareja. El cabello de Amy se extendía sobre la almohada, enmarcando su rostro tranquilo mientras dormía plácidamente, con la más tenue de las sonrisas tirando de sus labios.
Los últimos meses sin ella habían sido un infierno. La había extrañado a cada momento y casi había estado tentado de abandonar su entrenamiento para volver con ella.
No podía creer ni entender cómo ella había llegado a significar el mundo para él en tan poco tiempo. A veces le asustaba amar tan ferozmente y hacer girar su mundo entero en torno a ella, pero en momentos como ese se recordaba a sí mismo que Amy no era Rachel y no había nada de malo en amar tan ferozmente.