Cuando Adolf conducía por la puerta de la mansión de Tom con Tom y Lucy cómodamente sentados en el asiento trasero, Lucy se recostó en su asiento, sus ojos reflejando un cansancio satisfecho.
—Estamos en casa —dijo Tom suavemente mientras se volvía para mirar a Lucy, quien sonrió cansadamente y extendió la mano para apretar la de él.
—No nos fuimos por mucho tiempo, pero siempre se siente bien regresar aquí —murmuró ella, imaginando ya la comodidad de su cama y el calor del hogar.
Se había dado cuenta de que, no importa lo agradable que fuera cualquier otro lugar, siempre se sentía más en casa aquí que en cualquier otro lado y esa era la única razón por la que se estaba mudando completamente.
Una vez que Adolf estacionó el coche, salieron y se dirigieron hacia la puerta, dejándolo a él traer sus bolsas. Pero antes de que pudieran llegar a la puerta principal, se abrió de golpe y fueron recibidos por una voz pequeña y emocionada.