Después de pasar un tiempo poniéndose al día con los padres de Lucas, Amy y Lucas se retiraron a su dormitorio, con la intención de descansar un poco antes de su visita planeada a la madre de Amy.
La casa estaba tranquila, salvo por los crujidos ocasionales que parecían seguir el ritmo natural del día. Afuera, los pájaros cantaban perezosamente y una brisa suave agitaba las hojas, llenando la habitación con una sensación de calma.
En la cama, Lucas yacía de lado, su brazo suavemente extendido sobre la cintura de Amy, acercándola hasta que su espalda descansaba contra su pecho.
Era la primera vez que yacían tan cerca el uno del otro, una intimidad tranquila que se había construido tras semanas de conversaciones profundas, pura amistad y risas genuinas.
A pesar del frescor de la habitación y el ritmo de respiración calmado de Lucas, Amy sentía calor e inquietud.